Por: Jennifer Chaín Granados
Desde muy temprano con saco en mano, guantes, tapabocas y llenos de energía la Fundación Ambiental para el Desarrollo Sostenible – FUNAD se unió a más de 50 voluntarios que llegaron a las playas de puerto Colombia en las inmediaciones de la Ciénaga de Balboa dispuestos a contribuir con el problema de contaminación de basuras que afronta nuestra región.
A medida que transcurría la jornada, enmarcada en el día mundial de la limpieza, empezó a llover, sin embargo no hubo lluvia o calor que detuviera la voluntad de las personas para ayudar a mejorar las condiciones ambientales de este espacio que es de carácter turístico y la base económica de muchas familias del sector. Saco tras saco aumentaban las sonrisas, las conversaciones entre desconocidos intercambiando ideas sobre cómo ayudar al ambiente, las fotos de los residuos más absurdos que nunca imaginamos encontrar y poco a poco recolectamos más de una tonelada de basura.
Con el paso de las horas, la lluvia incrementó y tocó buscar refugio esperando que disminuyera un poco para continuar con la labor. Cuando el aguacero por fin cesó y volvimos a salir a la playa, un sentimiento de tristeza se apoderó por unos segundos al ver que las zonas que acabábamos de limpiar hace solo un par de horas se encontraban iguales o incluso más sucias de cuando llegamos. Fue en ese momento donde se piensa si este tipo de acciones son la mejor solución para abordar los problemas de contaminación que está destruyendo ríos y playas y que amenaza cada día la vida de millones de especies que habitan estos ecosistemas.
Hay muchas personas que argumentan que este tipo de actividades no sirve de nada si no atacamos el problema de raíz. Pero ¿Dónde está la raíz de esta contaminación? Claramente la respuesta se encuentra aguas arriba del río Magdalena. Este río que ocupa el 24% de nuestro territorio y alberga en su cuenca casi el 80% de la población colombiana nace en el Departamento del Huila y en su recorrido va recibiendo y transportando la basura y vertimientos de millones de personas hasta la desembocadura al Mar Caribe. Es en ese punto donde todos estos residuos llegan a las playas de nuestra región, contaminándolas a niveles cada vez más críticos.
Entonces ¿Cómo atacamos el problema? No hay una respuesta única pero si existen muchas acciones que se pueden hacer para minimizar el impacto tales como: reducir el uso de plásticos innecesarios, reciclar, diseñar productos más amigables con el ambiente, multar a los que contaminen, realizar una mejor vigilancia para identificar posibles vertimientos ilegales, realizar proyectos investigativos que nos den mayor información sobre el tipo de basura, su origen y formular nuevas acciones para atacarlo, pero sobretodo debemos crear conciencia de esta problemática y educarnos para realizar mejores prácticas en la compra, uso y disposición final de los productos que utilizamos día a día.
Lo que encontramos en las playas son las bolsas plásticas que decidimos usar cuando se nos olvidó cargar la bolsa de tela, la botella de agua que compramos porque nos da pereza cargar un termo de nuestras casas, la basura que tiramos a los arroyos porque el camión no pasa hoy y no quiero que huela feo mi cocina, la ropa vieja que preferí botar antes de reusar de alguna manera creativa, los millones de plásticos de solo un uso que duran segundos en nuestras manos y cientos de años en nuestros océanos. Todos somos responsables de esta problemática y está en nuestras manos generar un cambio.
Las limpiezas de playas no son la única solución para los problemas de contaminación, pero sí ayudan a educar a los voluntarios evidenciando la gravedad de la situación, siendo más empáticos con la urgencia de tomar acciones para mejorar las condiciones ambientales y replicando el mensaje de auxilio que la madre tierra nos está enviando cada día con mayor claridad.